Rodeado de salsas. Vivo rodeado de salsas de soja, de kétchup, de barbacoa, de ostras, de pesto, de aquí y de allí, de mil gustos de cinco continentes. Vivo rodeado de salsas envasadas.

Pero quizás, y sin darnos cuenta, la mejor salsa envasada del mundo la tenemos delante de nosotros, con cientos de matices y personalidades, tan sostenible como la moda de las cocinas de hoy, tan kilómetro cero como hace mil años, tan personal como nosotros mismos y tan diversa como nuestra cultura.
Hablo simplemente de aceite, claro está del aceite de oliva virgen extra, no se crean que hablo de los otros.
Algunos piensan que sólo es un aliño, una parte de una salsa, o de un procedimiento culinario, pero no, no se confundan, también es una salsa. Si no están de acuerdo, pregúntenle al maestro Michel Bras. Tuve la suerte de darle de comer en mi casa y cuando me acerqué a la mesa me dijo: “¿Te das cuenta de que usas el aceite virgen extra como salsa?”. “Claro, que lo sé”, contesté. Luego, simplemente charlamos de las variedades y los coupages que aparecían en los platos, para terminar hablando de fotografía, pasión compartida.
Como siempre la mirada desde fuera nos enriquece. No soy yo ni el descubridor ni el único que mira el jugo de oliva de esta manera, pero sería más suculento para nuestra cocina que fuésemos más. SACHA HORMAECHEA