Las altas temperaturas sufridas durante el mes de octubre no suponen un exclusivo quebradero de cabeza para los vendedores de abrigos. También los olivicultores están llamando la atención sobre las consecuencias que el calor puede tener cara al futuro. No hablamos, claro está, de la cosecha que en pocos días se iniciará (en algunas zonas ya ha arrancado con las primeras frutos que se dedicarán a los aceites de cosecha temprana) sino que muchos ya están valorando los efectos para la siguiente campaña, la de 2015.
Piensan, con razón, que los árboles van a tener tiempo para desarrollarse adecuadamente gracias –o por culpa de- a la escasa producción de este año. Como las aceitunas no tardarán mucho en recolectarse, los olivos empezarán pronto a disponerse para una nueva floración. Pero para ello es necesario que llueva cuanto antes. Cualquier chubasco, por insignificante que sea, puede dejar nutrientes cruciales para la alimentación de las plantas, creando condiciones favorables para los próximos meses.
INCLUSO EN PLENA COSECHA. Algunos agricultores consultados no verían con malos ojos incluso que lloviera en plena cosecha, lo que nos habla de la imperiosa necesidad del agua. Otros consideran que lo ideal serían algunas lluvias semanas antes del inicio de la recolección. Esto podría traer beneficios para determinadas aceitunas. Así ha ocurrido, al parecer, en algunas parcelas de la provincia de Sevilla, donde la lluvia de hace unas semanas, pasajera pero lluvia al fin y al cabo, ha supuesto una considerable mejora para la hojiblanca. Y una alegría para los elaboradores que veían cómo los frutos de esta variedad, que no acababan de ofrecer el aspecto deseado, incrementaban su rendimiento.