Los analistas del mercado aceitero no ocultan estos días su preocupación por la evolución de los precios del aceite en los meses próximos, los de la transición entre la pasada cosecha y la venidera. Todo apunta a que pueden verse significativamente incrementados, lo que repercutiría inevitablemente en todos los escalones de la calidad: desde los refinados –hay quien los llama rectificados- para consumo alimentario hasta los AOVE más exquisitos.
Todo ello tiene que ver con una pobre cosecha 2014-2015, cuyas algo menos de 850.000 toneladas (según datos del Ministerio hasta finales de abril) quedan sensiblemente por debajo de la media del último decenio, estimada en 1.183.000 Tm, y muy lejos de las 1.781.500 de la cosecha anterior. Lo cierto es que las existencias a 31 de mayo, cuando faltan cinco meses para el comienzo de la producción de los aceites nuevos, están estimadas en 517.000 Tm, la cifra más baja de los últimos 10 años.
¿Qué hacer en estos casos? He aquí el origen de la paradoja de que el primer país productor de aceite de oliva del mundo, España, se vea obligado a importar aceite de los vecinos productores de la cuenca mediterránea, principalmente Túnez y Grecia. Pero este año –el mundo del aceite es así- no está claro que los proveedores habituales dispongan de las 10.000 toneladas mensuales extra que necesitaría importar España para cubrir sus necesidades –al ritmo actual- de consumo interno y exportación.
ESCASEZ EN TÚNEZ. Los observadores mejor informados sostienen que el país magrebí tiene las existencias prácticamente agotadas a día de hoy, mientras que en el caso de Grecia lo que pesa de verdad sobre su oferta aceitera es la incertidumbre acerca del inmediato futuro político y económico. Álvaro Olavarría Govantes, director gerente de Oleoestepa, lo contaba de forma muy gráfica en la revista hermana Mercacei: “En Grecia, la precaria situación económica recomienda tener aceite en las bodegas antes que dinero en los bancos”.
Las perspectivas para los meses próximos en cuanto a la evolución de los precios del aceite de oliva son inciertas tirando a grises. Una buena cosecha en la campaña venidera podría moderar los efectos de esta poco tranquilizante coyuntura y aportar las necesarias dosis de sosiego al conjunto de las partes involucradas, incluidos los consumidores. Pero todavía es pronto para aventurar acontecimientos. En tres o cuatro meses saldremos de dudas.