Entre sus clientes se encuentra la flor y nata del aceite virgen extra español. De su mano, muchos elaboradores han decidido dar un paso adelante y dotar a sus mejores aceites de una presentación a la altura de su calidad y de sus aspiraciones comerciales. Se trata de Isabel Cabello -licenciada en Bellas Artes y pintora, como su socio Enrique Moreno-, en cuyo taller de diseño el AOVE español tiene un claro protagonismo. Marcas como Nobleza del Sur, Oro de Cánava, Sabor d’Oro, Oleícola Jaén, Claramunt, Hoja de Olivo, Cortijo Espíritu Santo, por citar sólo algunas de las más reconocidas, lucen palmito tras haber pasado por su luminoso estudio de Úbeda, que en el corto plazo de cinco años ha cosechado una importante colección de premios y medallas en los principales foros del diseño alimentario internacional. Es, sin ningún género de dudas, la gran esthéticienne del AOVE español.
Olipremium.- ¿Le iba haciendo falta al AOVE español un toque de estilismo?
Isabel Cabello.- Así es. El aceite estaba muy abandonado desde el punto de vista del marketing. Le hacía falta ponerse a la altura de otros productos alimenticios. La globalización de los mercados obliga a modernizar las empresas, lo que implica, entre otras cosas, cuidar la imagen de sus productos. El diseño también era necesario para dignificar el precio del aceite.
O.- ¿Está hoy el diseño de los AOVE españoles a la altura de su calidad y de sus aspiraciones comerciales en el mundo? ¿O cree que aún queda trabajo por hacer en este campo?
IC.- Queda mucho por hacer. Yo diría que en este sector hay mentalidad de cambio, pero luego hay que mantener esa nueva imagen y saber adaptarla constantemente a las exigencias de un mercado mutante. Siempre desde la coherencia y el sentido común, al ritmo que indica ese mercado. Tampoco se trata de ponerlo todo patas arriba de un día para otro.
O.- ¿Cómo le explicaría a un productor tradicional –tal vez una cooperativa- la importancia que tiene el vestido de su aceite?
IC.- Nuestro estudio es más conocido por los diseños de aceites de la gama superior, generalmente de pequeñas almazaras, pero también se encuentra muy a gusto trabajando con las cooperativas. Lo que le diría a un elaborador tradicional es que el consumidor primero adquiere el producto, después lo prueba y, si le gusta, repite. Pero para que se produzca esa primera vez hay que seducirle con otros argumentos. Y uno de los más importantes es una imagen atractiva y capaz de diferenciar su aceite de los demás. Un noventa por ciento de los consumidores compra por impulsos difíciles de explicar, por afinidad a un color, por la forma del envase, por cuestiones más emocionales que racionales.
O.- ¿Esto vale también para los aceites de mayor consumo y más baratos?
IC.- Por supuesto. Un ejemplo lo vemos a diario en las estanterías del supermercado. Ante una fila de botellas iguales, la mayoría de la gente acaba escogiendo la más barata, que suele ser la marca blanca. Una presentación atractiva, capaz de captar la atención del comprador, también puede ayudar a vender en el difícil segmento de los aceites más económicos, a identificar los de mejor relación entre su precio y su calidad.
O.– ¿Qué es lo que le inspira a la hora de diseñar una botella, o una etiquetas de AOVE?
IC.- Las claves del diseño siempre están en el propio proyecto, en ese vínculo emocional que al elaborador le gustaría establecer con sus clientes, las referencias culturales que desea transmitirles a través de su producto. Este siempre es el punto de partida. Luego, en lo creativo, intentamos que sea un diseño atractivo y moderno. Cada caso es un mundo, pero en general no somos muy conceptuales a la hora de diseñar, nos interesa más la estética. (FOTOS: ESTUDIO ISABEL CABELLO)